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Hoy he descubierto que mis mellizos han aprendido a nadar en la guardería, en solo cuatro semanas, ¡Y yo no tenía ni idea!
Y así es como me he ganado ser la protagonista el tip del día de Malasmadres, al hilo de lo cual aprovecho para lanzar una reflexión, ¿Es mejor que a veces no estemos delante para que nuestros hijos aprendan según qué cosas? ¿Hasta qué punto les condiciona nuestra presencia?
A mis mellizos el primer año les encantaba estar en el agua, pero al segundo año le cogieron como miedo (supongo que al ser mayores eran más conscientes del peligro). El año pasado se lo pasaron entero en la piscina de bebés, y casi no querían entrar en la piscina grande ni en brazos con nosotros. Sólo querían bañarse donde hacían pie.
Este año pintaba parecido, mis mellizos no querían ver una piscina ni en pintura y empezaba a agobiarme un poco porque el tema de nadar (o al menos, saber flotar) lo veo muy importante para su seguridad en caso de accidente. Todo ello sin perjuicio de que no pienso quitarles el ojo de encima cuando estén cerca del agua al menos hasta los 25 años, pero eso mismo es lo que hacen el 99% de los padres y aún así ocurren trágicos accidentes cada verano. En este sentido, os invito a leer el aterrador testimonio de mi compañera bloguera Tesorín Tesorete.
Por probar, decidí apuntarles a la piscina de la guardería durante este mes de julio. El plan B era apuntarme con ellos a clase de natación en septiembre. Lo hubiera hecho antes pero ya sabéis como funciona esto, son dos niños y una sola madre, y con el horario de trabajo de mi marido lo veía complicado poder ir los dos.
Así que hablé con su profesora de la guardería y le conté que mis mellizos estaban muy reticentes, y que no quería que les obligasen por nada del mundo, que me conformaba con que acompañasen a la piscina a sus compañeros y viesen lo que ellos eran capaces de hacer a ver si eso les estimulaba a aprender.
Los primeros días no estaban muy contentos, querían entrar pero luego querían salir enseguida, aunque ya en las últimas semanas la profesora me dijo que lloraban cuando tenían que salir. Cuando yo les preguntaba por las clases de natación se limitaban a contestar lacónicamente, «¡Piscina no!». No tenía grandes expectativas al respecto la verdad, solamente que aprendiesen a disfrutar del agua y perdieran un poco el miedo.
Hoy me los he llevado por primer vez a la piscina, y como siempre iban protestando y diciendo que no querían meterse en la piscina. Bueno, yo no les obligo a meterse pero, ¡Yo si que me quería bañar! Así que yo me he metido en la piscina y ellos se han quedado remojando las piernas en el borde.
Al rato mi hijo me ha dicho que se quería meter conmigo así que le he cogido en brazos e iba en modo koala super agarrado a mí, y yo pensando «vaya fracaso, no hemos avanzado nada con el tema agua«…
Hemos estado jugando un rato, chapoteando, y yo intentaba picarle para que se pusiera boca abajo. Al final poco a poco lo hemos conseguido, estaba boca abajo y yo le sujetaba la barriga para que flotase.
En un momento dado me ha empezado a dar manotazos para que le soltara y yo, que no tenía ni puñetera idea de que sabía flotar de forma autónoma le he dicho “¿Pero qué haces?”. Y en esas me mira mi hijo con cara de “mamá, eres tonta” y ante mi atónita mirada… ¡Se echa a nadar! Y yo alucinada, claro, como no podía ser menos.
Para más inri de repente oigo decir a mi hija, “quiero piscina” y antes de que consiga llegar hasta ella para meterla en la piscina, va mi hija y se mete sola descolgándose correctamente por el borde, ¡Y se echa a nadar hacia mí! En ese momento yo ya tenía cara de imbécil al cuadrado por lo menos.
El resto del tiempo han estado entrando y saliendo de la piscina solitos y hasta se han hecho varios largos, acompañados de esta orgullosa madre que os escribe. Ahora mismo el único problema que tenemos es que mi hija no deja de reirse de la emoción mientras nada, lo que hace que trague bastante agua 🙂
Por supuesto, cuando nos hemos tenido que ir a comer, el berrinche ha sido morrocotudo y lo primero que han dicho al levantarse de la siesta ha sido: «¡Queremos ir a la piscina grande!»
Así que, al hilo de esta anécdota sobre mellizos nadadores, vuelvo a replantear mi pregunta inicial; ¿Hasta qué punto les condiciona nuestra presencia? ¿Es mejor que a veces no estemos los padres delante para que se suelten a hacer ciertas cosas? ¿Será que de forma inconsciente les transmitimos nuestros miedos? ¿Os ha pasado algo parecido?
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A nosotros nos pasó con las bicis. De repente supieron andar sin ruedines!!! Nosotros alucinabamos, y encima los 3 a la vez!!!
Tan pequeñitos y ya guardando secretos, ¿Qué será de nosotras cuando lleguen a la adolescencia?
Jajajaja
Que lindo e importante que ya sepan nadar x que creo que es un miedo universal el de los padres con las piletas!!A los nuestros les encanta el agua, el problema es que no le tienen ningun miedo y si pueden se zambullen, pero para salir a flote tenemos que socorrerlos x que si fuera x ellos se quedan buceando :)!!besote y felicitaciones x tus nadadores!!
Qué guay! a mis canijos el miedo a la pisci les viene por rachas…lo mismo van casi solos como (al rato o al día siguiente, no te vayas a pensar…) se te enganchan en modo koala y no hay manera…Y lo de que si les influye nuestra presencia estoy totalmente de acuerdo…muchas veces he escuchado la frasecita esa de «estaban perfectamente, sin pelearse y tan contentos, hasta que has llegado»…que me dan ganas de salir corriendo y no mirar atrás!