En todas las familias, algún día, llega el momento en que los mellizos, gemelos o trillizos dejan la casa. Para los padres puede ser un momento difícil. No en vano se habla del síndrome del nido vacío.
Si tus hijos aún son pequeños, seguramente no te puedes imaginar que llegue este momento. Estás absorta en los múltiples quehaceres y las tareas diarias que impiden que tengas una perspectiva a largo plazo.
Este suele ser un fenómeno común entre los padres de hijos pequeños. Y no pocas veces les causa sentimientos de depresión y abatimiento, ya que ven su situación como eterna. Es la dependencia emocional y física de los hijos la que hace difícil prever que esto cambiará algún día.
No obstante, ocurrirá, y el efecto de la salida de los múltiples para sus padres es mayor que para los que tienen hijos de distintas edades. El síndrome del nido vacío se hace más patente en vuestras familias.
El síndrome del nido vacío
La casa se queda vacía y silenciosa. Ya no hay mochilas por allí desperdigadas, la cesta de ropa sucia no se llena y la nevera ya no sufre incursiones a deshoras. No suena la música a tope ni hay acaloradas discusiones en torno a la mesa.
Según un estudio holandés el 40% de las madres añora a menudo a su hijo o hija y un 31,5% tiene preocupaciones sobre si se siente a gusto y/o si se cuida y come bien. También les preocupa si el hijo sabe defenderse solo.
Algunas madres se desaniman y se sienten inútiles ahora que no tienen que cuidar de nadie. Caen en una depresión. Según el mismo estudio, que se realizó entre madres de hijos no gemelos, esto le ocurre a un 5% y un 20% de las madres vive este periodo como difícil. Pero también hay otro dato: el 68% disfruta de la libertad y la disminución de tareas.
Así que el síndrome del nido vacío no se da en todas las madres. Hablo, por cierto, más de ellas que de los papás, ya que el fenómeno se da más en las madres y este mismo estudio solo las investiga a ellas. No se han hecho estudios específicos entre las madres de gemelos, mellizos o trillizos, pero no es difícil de adivinar que para ellas el impacto aún es mayor.
El siguiente testimonio de Paulina lo demuestra:
‘Los trillizos se fueron todos a la vez de casa. Las niñas, gemelas idénticas, se fueron a vivir en una ciudad para estudiar en la Universidad. Como vivimos en un pueblo, tenían que irse a vivir en un piso. El hijo decidió irse un año a Canadá donde su tío le contrató en su empresa.
El cambio fue inmenso. Me sentí desorientada. Hasta este momento siempre había estado rodeada por ellos y había jugado un papel importante en su vida. A los tres les acompañaba a menudo a comprar, les encantaba contarme sus experiencias, sus amigos venían a menudo a casa, así que su ausencia la notaba muchísimo.
Seguía cocinando y comprando demasiado. Me costó adaptarme a la nueva situación. Sobre todo al silencio. Busqué entre mis viejos discos los que más me gustaban y empecé a poner música, nada más despertarme. Y este fue el primer paso para ir reencontrándome a mí misma.’
La felicidad matrimonial aumenta
Sara Gorchoff, de la Universidad de California, concluye en base a un estudio entre parejas, que la satisfacción marital aumenta cuando los hijos se van de casa. Tener más tiempo disponible para emprender actividades conjuntamente y no ser interrumpidos en sus conversaciones tiene un efecto positivo en las parejas. ¡La relación de pareja se complica bastante en cuanto llegan los hijos!
A pesar de la creencia popular de que los hijos unen a la pareja, la realidad es otra: El nivel de satisfacción en su relación empieza a disminuir con el embarazo y sigue descendiendo en los primeros dos años de la vida del niño, según un estudio de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Nebraska en el que se analizó el grado de felicidad de 185 parejas. La felicidad de las parejas con dos hijos es aún más baja que la de un hijo, según la misma fuente.
No obstante, los padres se sienten felices con sus hijos y con su papel de padres y madres, aunque esto no quita que su vida se haya complicado. No es extraño si pensamos que ahora disponen de una tercera parte del tiempo del que disponían cuando aún no tenían hijos, según cálculos de la Universidad de Ohio. Cuando los hijos se van de casa, la pareja recupera este tiempo.
La investigadora Sara Gorchoff analizó la felicidad marital de 72 mujeres por un periodo de 50 años. Se comparó su felicidad en el matrimonio en tres momentos diferentes: Cuando tenían 40 y tantos años (aún tenían los hijos en casa); cuando tenían 50 y tantos años (los hijos mayores ya se habían ido) y a sus 60 años y más (ya tenían el nido vacío).
Las del último grupo tenían las puntuaciones más altas de felicidad matrimonial. Y no era tanto que el tiempo que pasasen con sus parejas hubiera aumentado mucho (ambos seguían con sus respectivas actividades), sino que la calidad del tiempo junto había mejorado considerablemente.
En ello influye que la tensión sobre el reparto de tareas, una de las fricciones más habituales entre las parejas, disminuye. Como comenta Linda, madre de mellizos y un hijo mayor:
‘Ahora tenemos un reparto de tareas más fluido. Sin pedírselo, él ahora se ocupa de la cena. Antes yo siempre pedía ayuda por su parte, algo que él no veía ni entendía. Así que discutimos menos. Esta fase me hace recordar de nuestros primeros años de casados, sin hijos todavía. Estamos muy a gusto, de verdad’.
También otros estudios demuestran que la etapa en la que los hijos no conviven con sus padres para muchos progenitores es un periodo feliz y armonioso en su vida. Un 40% afirma que su relación se ve beneficiada.
Pero para que sea así es importante que los padres no se hayan perdido el uno al otro durante los (duros) años de la crianza, un riesgo algo mayor en familias con hijos múltiples debido al mayor nivel de exigencias y estrés. Esto es algo que ya conviene trabajar desde el principio de la paternidad. En el siguiente post os contaré algunos trucos.
También te puede interesar
[srp widget_title_hide=»yes» post_limit=»8″ post_content_length=»30″ post_content_length_mode=»words» post_date=»no» post_author_url=»no» post_category_link=»no» post_include=»5312,7470″ title_string_break=»» string_break=»…Seguir leyendo →» nofollow_links=»yes»][srp widget_title_hide=»yes» post_type=»page» post_limit=»8″ post_content_length=»30″ post_content_length_mode=»words» post_date=»no» post_author_url=»no» post_category_link=»no» tags_include=»pareja» title_string_break=»» string_break=»…Seguir leyendo →» nofollow_links=»yes»]
Ni lo pienso, y si hay algo q pueda hacer llorar al papá es hablarle de cuando sus hijas se casen
Puffff…yo no quiero ni pensarlo…qué silencio no??? Tendremos que apuntarnos a viajecitos, cursos de algo, quedar con las amigas que ya seremos casi yayas…
Aunque no lo digo a nadie, verdaderamente los padres multiples la maternidad/paternidad va mucho mas alla… no solo participamos en la crianza de nuestros hijos si no tambien somos participes de la relacion e interacción de una de las relaciones humanas mas intensas e intimas que existen de la cual, no se si estareis de acuerdo, a veces los padres no tenemos invitacion para participar, es cosa de ellos y entre ellos…. Es un privilegio vivir semejante relación, conección, empatia «temprana», fusión… Llegara ese momento y lo acepto pero extrañare mucho vivir de primera mano tanta hermosura. Siempre pienso que algo bueno he tenido que hacer para que el universo me premiara con ser madre de mis hermosas mellizas!!!!
M. Esther Madriz Alcala m has emocionado con tu escrito! Mis gemelos sólo tienen 1 año y soy tan increíblemente feliz y afortunada d poder disfrutar cada día d esta relación tan especial q ni quiero pensar en un futuro tan lejano!
Yo. . Lo viví. .y la vida me lo hará vivir de nuevo.. ya q tengo un hijo de 24 q ya dejo el nido y me sentí sola silencio total. .. pero la vida me recompenso con mis milagros ahora soy mamá de gemelas …y ps ya me tocará vivirlo doble en unos años. .