El mundo según mis hijos: Él (I)

Cómo mis hijos aún no hablan casi nada me paso la vida observándoles e imaginando qué pasará por sus cabecitas. ¿Qué me contarían de ellos mismos y de sus vidas si pudiesen hablar?

Ese es el pensamiento que me ha inspirado esta serie de posts. Y seguramente la respuesta sería muy parecida a lo que vais a leer a continuación. Empecemos con mi hijo.

Me gustan los placeres sencillos, como sentarme a comer pan y galletas mientras veo un capítulo de la casa de Mickey Mouse. ¡Me podría ver mil capítulos seguidos! Me siento en el sofá muy quieto como hacen los mayores, con mis piernecitas colgando, y mamá se ríe porque dice que parezco una personita.

También protesto enérgicamente cuando hay algo en la tele que no me gusta y estoy obsesionado con hacerme con el control del mando a distancia para poder cambiar los canales a mi gusto.

A pesar de lo anterior, soy bastante inquieto, aunque no tanto como mi hermana. Me encanta correr y saltar por ahí, pero otras veces me aburro y simplemente quiero que mis padres me tengan en brazos un buen rato. Soy muy cariñoso aunque no me gusta dar besos, pero sí recibirlos. Ya os dije que lo mío son los placeres sencillos.

También me encantan los juegos de construcciones porque, para orgullo de mamá, soy super ordenado como mi papá. ¡Me encanta recoger, me parece muy entretenido!

Tengo un carácter bastante conciliador y es fácil distraerme si me ofreces el aliciente adecuado.

Otra de mis debilidades es el chocolate en cualquiera de sus formas y colores. En eso he salido a mamá, que es capaz de zamparse una tableta entera a la hora de merendar. El chocolate, como la tele, también me lo racionan. Qué manía tienen los mayores con racionar las cosas buenas de la vida.

Para desesperación de mamá, soy infinitamente selectivo con todo, incluyendo la comida. No me gusta probar cosas nuevas ni la comida con pinta rara. Eso que se lo coman mis padres, y a mí que me dejen el jamón y las salchichas.

Tampoco me gustan los adultos desconocidos, y cuando veo a uno me impresiona mucho y sólo me apetece esconderme entre las piernas de mamá o papá y gritar. A veces tengo esta misma reacción hasta con gente de mi familia. Se que no es agradable para los demás pero es que no lo puedo evitar.

Confieso también que me frustro con facilidad y tengo un pronto terrible, sobre todo cuando me despierto de la siesta.

Me gusta quitarle a mi hermana cualquier cosa que tenga entre las manos y cuando no lo consigo me enfado tanto que no me puedo controlar. Por eso a veces le acabo empujando o pegando o ambas cosas.

Una vez pegué a una niña en el parque y la tiré del tobogán. No se por qué lo hice, aunque en ese momento me pareció una idea muy divertida. La verdad es que mamá pasó tal vergüenza después que no me he atrevido a repetirlo. No me gusta ver a mamá enfadada.

Me sigo despertando por las noches porque a veces tengo sueños raros que me dan miedo. Menos mal que mi hermana duerme conmigo en la habitación y a veces, mientras pido ayuda, me quedo dormido en su cuna junto a ella y, al sentir su calorcito, se me pasa el miedo.

Últimamente me siento muy mayor con mis dos años, cada vez más alto y más grande. Puedo trepar a cualquier lado sin apenas esfuerzo y soy capaz de abrir cualquier puerta sin ayuda. Y ya soy tan fuerte que estoy convencido de que puedo pasear a mi enorme perro tirando yo solito de la correa, aunque mis padres nunca me dejan intentarlo.

El otro día mamá me preguntó si yo era un niño o un bebé, y no dudé en contestarle que soy un bebé. Me da miedo crecer y dejar de ser un bebé porque me gusta tener siempre cerca a mis padres y mi hermana. El mundo exterior se me hace muy grande todavía y me da un poco de miedo.

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