Todas las familias tienen sus rituales que muchas veces pasan de una generación a otra. Es bueno que sea así, ya que a los niños les beneficia.

Los rituales están en todas las partes. Son actos simbólicos que repetimos de modo consciente y que nos elevan por encima de lo cotidiano. Hay rituales en ceremonias grandes, como los de una boda, un entierro o la entrega de una diploma. También hay rituales en torno a las festividades como la Navidad, el Año Nuevo y Los Reyes. Y también tenemos nuestros propios rituales, como los abrazos en las despedidas, el desayuno especial del domingo, y otros.

Los rituales en familia más importantes

Para los niños los rituales más importantes son los de la vida cotidiana. Lo descubrió la investigadora Ellen Gallinsky que entrevistó más de mil niños sobre su vida y la vida laboral de sus padres. Una de las preguntas era lo que más recordaban de sus primeros años de infancia.

Al contrario de lo que los padres pensaban, no mencionaban los grandes eventos, como vacaciones lejanas o escapadas extraordinarias. Lo que más mencionaban, eran los pequeños rituales que se repetían día tras día, como el cuento antes de dormir, las bromas, las canciones, los saludos. Gestos pequeños, pero personales que les daban la sensación de ser una familia a la que pertenecían. Les hacían sentirse felices y queridos.

Según el especialista en rituales, Meg Cox, autor de ‘The book of new family traditions’, intuitivamente sabemos que los rituales son importantes, pero lo son más de lo que nos imaginamos. Los antropólogos nunca han encontrado una tribu o una sociedad sin rituales. Los rituales satisfacen una necesidad básica del ser humano, tanto de niños como de adultos. Y ahora que la Iglesia ha perdido su influencia, los rituales familiares y sociales aún cobran más importancia.

Y también en nuestra era digitalizada el uso de rituales es importante, ya que la tele, el ordenador, la tablet… quitan mucha intimidad a la vida familiar. Nos hacen encerrarnos en nuestro propio mundo personal sin ver lo que tenemos a nuestro alrededor.

Los rituales nos protegen contra el caos, reducen el estrés y tienen la característica de unir. En otras palabras, tienen funciones que no vienen nada mal a cualquier familia y quizás algo más a las familias de múltiples.

Utiliza el poder de los rituales en familia

Comemos mejor y con más ganas si convertimos este acto en un ritual, según afirma la psicóloga e investigadora Kathleen Vohs, de EE.UU. Lo comprobó mediante un experimento: a un grupo de personas les dio varios alimentos para comer, como una barra de chocolate y zanahorias. Y resultó que estos alimentos tenían un mejor sabor para ellos cuando se añadieron ciertos rituales, incluso ¡las zanahorias!

Por ejemplo, antes de comer una, se tenía que dar dos golpecitos sobre la mesa, sacarla de su bolsa de plástico, volver a dar dos golpes, respirar hondo y comerla. En comparación con el grupo que se comía la zanahoria sin más, el primer grupo saboreaba más esta hortaliza que el otro grupo. Los rituales nos hacen estar más presentes en lo que hacemos y amenizan una comida.

Por tanto, si tus gemelos, mellizos o trillizos son malos comedores, procura que la comida sea un momento de unión y placer. ¿Cómo? Puedes instaurar la costumbre que, antes de que empiecen, sentados en sus tronas o sillitas se den las manos, incluyendo el papá y la mamá. Es un bonito ritual que destaca la unión de familia. También podéis optar por canturrear alguna canción cortita en este momento, tal como hacen muchos centros infantiles. Sabemos que cantar funciona como bálsamo, porque relaja y une.

Pero hay más: con los rituales afirmáis cómo sois como familia. A una familia le gustará un ritual deportivo, como ir a correr juntos los días de ocio; a otra le gusta leer cuentos y contar historias. Etc. Cada familia inventa y establece sus rituales.

Aquí os presento algunas sugerencias:

• Poner una misma musiquita en el coche durante el camino al colegio.

• Los domingos antes de levantarse toda la familia pasa un rato en la cama paterna. Hay tiempo para juegos, risas, cosquilleos y cuentos.

• Decirles siempre la misma frase a la hora de despedirse de ellos, para cada uno una frase personal (esas palabras adquieren algo mágico).

• Por turnos pueden dormirse con los papás en las noches del fin de semana.

Una madre de trillizos me contó lo siguiente:

‘Los días con mis hijos, cuando eran pequeños, eran caóticos y difíciles. Se peleaban mucho, lo cual también era lógico, siendo tres niños.

Un día introduje un ritual que me ha ayudado a sobrevivir estos años. Cuando llegaba la hora de acostarse (nunca querían), preparé una tetera grande que colocaba en la mesita del salón junto con cuatro tazas. Ellos se sentaban conmigo en el sofá. A veces les leía un cuento, otras veces solo hablábamos. Este rato era algo especial, ellos lo percibían.

No siempre los tres se sentaban, a veces solo uno, pero los otros dos no incordiaban. Luego, al hacerse mayores, seguía con este ritual y lo bonito fue que a veces me decían: “mamá, tengo que contarte algo, lo haré en el rato del té.” Así que incluso siendo mayores, uno u otro venía a sentarse conmigo para compartir algún asunto íntimo’.

 

[srp post_limit=»8″ post_type=»any» widget_title=»También te puede interesar» thumbnail_height=»75″ thumbnail_width=»75″ wp_thumbnail_size=»thumbnail» post_content_length=»30″ post_content_length_mode=»words» post_title_length=»30″ post_random=»yes» title_string_break=»» nofollow_links=»yes» post_author_url=»no» post_category_link=»no» post_date=»no» targetblank_links=»yes» post_include=»8614,7565,3362,9290,9081,9209,8612,3876″ widget_title_header=»h2″]