Tus hijos gemelos, mellizos o trillizos van creciendo día tras día. Como los tratas a diario seguramente no lo notas tanto y hasta que pueda que te parezca que estos primeros años van muy despacio.

Esto se debe a que el día a día es agotador y cansado. Una y otra vez  surgen pequeños obstáculos y otros no tan pequeños. La casa siempre está desordenada, los niños aún no hacen mucho caso, hay que estar pendiente de ellos cien por cien y las noches… no son del todo relajadas como quisieras.

Esto hace que el tiempo parezca pasar lentamente. Pero más adelante esto será todo diferente: Como madre de tres hijos adultos, uno incluso con una niña de un añito, os puedo asegurar que todos estos años me parecen haberse esfumado en un soplo. Y es más: Ninguna fase con mis tres tesoros, dos niños y una niña, me causa tanta nostalgia que estos primeros años, por muy ajetreados y cansinos que fueran.

Lo curioso es que para la mayoría de las madres es así, no soy en absoluto la única que lo vive así. La psicóloga holandesa Annette Heffels entrevistó para la revista ‘Margriet’ a más de 1000 madres sobre sus experiencias con su prole. Y descubrió que la etapa que más se les queda en su memoria como la más especial es cuando los hijos aún son pequeños. Es la etapa en la que los niños aún dependen totalmente de ti, en la que te quieren contarlo todo, en la que para ellos eres la persona más importante y viven la vida a través de ti. A pesar del trabajo casi continuo éste es el periodo al que las madres guardan los mejores recuerdos. A pesar de que durante esta etapa las molestias psicosomáticas, como dolor de cabeza, de la espalda y el cansancio, sean frecuentes.

¿Cómo lo podemos explicar? Tiene que ver con la ternura. Los hijos en sus primeros años de vida nos producen mucha ternura. Sus miradas, inocentes y llenas de confianza, su curiosidad por descubrir y probarlo todo, sus conductas  graciosas, sus ocurrencias llenas de ingeniosidad y bondad. Y una vez que hablan, sus comentarios, preguntas y reflexiones.

Cuando los míos eran pequeños, más o menos hasta su adolescencia (una etapa muy distinta), siempre llevaba en mi bolso un pequeño cuaderno. Allí iba anotando cosas que me decían y hacían, preguntas que me planteaban u ocurrencias suyas. Me lo anoté todo. Como durante el día o la noche no tenía tiempo para ello, lo iba haciendo cuando iba con el metro o el tren, de camino al trabajo o en el momento del almuerzo con el primer cafetito del día.

Describir mis experiencias con ellos me gustaba, ya que era una forma de retener el tiempo. No quería que todo se me fuera escapando de mi memoria. Pero había algo más: también me ayudaba a entenderles, ya que al poner en palabras lo que les pasaba, a veces veía motivos que de otro modo se me hubieran pasado inadvertidos. Me ayudaba a ser mejor madre.

Lo que eran pequeñas anotaciones en mi cuaderno del tamaño bolsillo, al final se convirtieron en un tipo de relatos cortos que publiqué en el libro «El día a día con los hijos: Experiencias de una madre psicóloga«.

Hoy, en este blog, os animo a hacer lo mismo. No hace falta que se convierta en una obra, pero sí puede convertirse en un cuaderno precioso, lleno de anécdotas y momentos memorables que leerás y releerás en futuras etapas. Conozco a una madre que en momentos de apuro, con sus hijos preadolescentes, saca este librito y les lee algunas frases de cuando eran más pequeños. Sus hijos se parten de la risa y el ambiente se vuelve distendido. Sin duda, un buen truco.

Y otra madre hizo dos copias de su cuaderno y regaló a cada uno de sus hijos un ejemplar en el momento en que salían del nido. Un regalo precioso.

Ahora que las vacaciones están a la vuelta de la esquina y vais a pasar más tiempo con vuestros gemelos, mellizos o trillizos, os animo a disfrutar plenamente de ellos y dejar constancia de los momentos más hermosos (e incluso difíciles) en un pequeño cuaderno. Algún día será un recuerdo muy especial para toda la familia.

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