Mis mellizos crecen, y llegan los primeros «castigos». Pero castigar a mellizos no es tan fácil de llevar a la práctica cuando tienes a un pequeño equipo de infantes dispuestos a defenderse el uno al otro pase lo que pase.
Recuerdo que la primera vez que leí el Gran Libro de los Gemelos de nuestra colaboradora Coks Feenstra, me llamó la atención un capítulo dedicado a la necesidad de lidiar contra la dinámica de grupo que se establece entre los múltiples de cara a sus padres. También hemos hablado anteriormente del tema de la solidaridad entre múltiples en este blog en este post y en este.
Bueno, esto no creo que pase sólo con los gemelos, mellizos o trillizos, sino también con todo tipo de hermanos en general. Anda que no recuerdo veces que mi hermano mayor me hiciera alguna putada faena, y yo ponerme a llorar como una loca, para después negar tajantemente frente a mis padres que me hubiera hecho absolutamente nada.
Y es que una cosa es que TÚ le eches la bronca a tu hermano, y otra cosa es que vengan OTROS a echársela, por muy padres vuestros que sean. ¡A donde va a parar! ¡A mi hermano ni te acerques!
Como os contaba, últimamente hemos empezado con pequeños «castigos». Y lo digo así entre comillas porque más que castigos lo que intentamos es apartar al mellizo que entra en una dinámica conflictiva de la situación que le está generando esa respuesta, el tiempo suficiente para que se calme y recupere el control sobre sí mismo. Pero claro, el problema es que nuestros hijos han nacido acompañados de un implacable abogado defensor que nunca pone las cosas fáciles.
Como ejemplo, os muestro tres situaciones que me han ocurrido el último mes:
- Primer ejemplo. Me voy a comer a un restaurante con mi madre y mis mellizos. Elegimos una mesa en el extremo de la terraza porque, por estas cosas tristes de la crisis, hay dos terrazas más justo al lado completamente vacías (ya que los restaurantes han cerrado) donde los niños pueden moverse un poco. Además, estamos ubicados en una plaza peatonal por lo que tienen bastante margen. Llegado un momento mi hija se cansa de jugar en la zona autorizada, y se pone a moverse entre las mesas de nuestra terraza y toquetear cosas de nuestra mesa hasta que acaba tirando un vaso. Le digo varias veces que se espere a que me termine el filete para levantarme y llevarles a corretear por la plaza y se pone a gritar y a portarse peor. Así que cojo y la siento en el bordillo de la terraza de al lado y le digo que está castigada y que se tiene que quedar ahí quieta sin jugar hasta que yo me acabe el filete (que además debió ser el filete más largo de la historia…). Y en esas que aparece mi hijo, se sienta a su lado, le pasa el brazo por los hombros y le dice «tranquila, yo tampoco voy a jugar más, me quedo contigo«. Mi hija le mira compungida, esconde su carita tras sus hombros y se pone a sollozar con dramatismo mientras su hermano le hace mimitos.
- Segundo ejemplo. No recuerdo qué hizo mi hijo el otro día que me llevó a regañarle. El caso es que cuando mi hijo es reprendido, tiene la molesta costumbre de no mirarte y hacerse el longuis como si la cosa no fuera con él. Así que lo que suelo hacer para que me escuche es agacharme a su altura y cogerle la barbilla para que me mire mientras le hablo. De repente se mete mi hija entre los dos y me dice toda indignada, «¡¡¡Mamá, no se pega a G.!!!» y yo le miro alucinada (nunca les he pegado y ni siquiera estaba gritando, le estaba hablando normal pero seria) y le digo «Claro que no se pega, pero es que yo no le estoy pegando.» Y antes de que me de cuenta salen los dos corriendo hacia su padre protestando a voz en grito porque estoy pegando a G. ¡Menos mal que su padre estaba delante y había visto todo lo que había pasado!
- Tercer ejemplo. Esto fue ayer mismo. Resulta que a mi hijo a veces le dan ataques de frustración, y entonces cierra los puños, se empieza a poner supernervioso y acaba pegando a su hermana para desfogarse si no llegamos a tiempo. Cuando estamos en casa lo que suelo hacer es, en cuanto veo que cierra los puños y se pone rojo, sacarle en volandas al jardín en donde tenemos una especie de saco de boxeo hinchable para niños con el que puede desahogarse sin hacerse daño ni hacer daño a nadie. Pero ayer nos pilló en la piscina. Mientras su padre y yo estábamos dentro de la piscina y ellos jugando en el borde a menos de un metro nuestro, de pronto a mi hijo le dio la pájara y por alguna razón que se nos escapa le pegó a mi hija dos veces en la cabeza con el cubo de arena que tenía en la mano. La verdad es que le dio un par de cubazos bastante considerables. Así que me lo llevé a la tumbona y le senté allí y le dije que estaba castigado por pegar a su hermana y que se iba a quedar ahí conmigo tranquilo hasta que se calmase. Enseguida apareció mi hija y después de repetir unos cinco veces que «¡Castigo a G. no!«, empezó a negar una y otra vez que le hubiese pegado. Al final decidió que ella también estaba castigada y se quedó con su hermano y conmigo hasta que este se calmó.
Y así es como funciona el tema la mayoría de las veces con mis mellizos; si castigo a uno de ellos, el otro se autocastiga por solidaridad. O todos o ninguno. Luego también hay una minoría de veces en que uno se chiva del otro o incluso le echa la bronca directamente, pero son las menos.
La verdad es que este tipo de situaciones me inspiran una ternura que no os podéis ni imaginar. ¿Quién puede seguir enfadado después de algo así? Ver que nuestros hijos se quieren tanto es la mejor recompensa que podemos tener como padres y ojalá que sigan tan unidos y se sigan defendiendo el uno al otro el resto de su vida.
Y en cuanto a nuestros minicastigos, bueno, de momento cumplen su función ya que el mellizo «infractor» se acaba calmando rápidamente , aunque no sabemos a ciencia cierta si es obra nuestra o por obra y gracia del amor fraternal. Ya se sabe que el amor mueve montañas y ahora también… ¡Calma rabietas y endulza castigos!
PS. Mientras escribo estas líneas mi marido está dando de comer a mis mellizos, y en un momento dado le oído regañar a mi hija por tirar algo, y después oigo a mi hijo que le dice todo serio «¡Papá, deja en paz a C.!«
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eso es ciertisimo!
Muy cierto!!!
O abogado o acompañante. En mi caso a veces el no castigado se queda al lado del otro en la penitencia.
Como la vida misma.
eso es verdad…. mis hijos de rtan solo 23 meses abogan el uno x el otro…el otro dia mi niño no queria comer…y mi hija me dijo…»no pegueeeeee » me sorprendi como abogo x el
Regaño a uno y sale el otro dice noo mamii noo.. Jajja es chistosito. Como se cuidan uno al otro
A mí me encanta ver como se defienden el uno al otro y se ponen los 2 en mi contra cuando le riño o castigo a uno de ellos,aunque ahora están empezando a echarse la culpa,cuando hacen alguna y pregunto quién ha sido uno contesta q ha sido el hermano y el otro igual …también he preguntao que quien habia echo la gamberrada y han llegao a ser sinceros y decir quién lo habia hecho nose si por evitar el q le riñese al otro …pero me encanta
Tengo 2 nenes de 4 y 6 años y hacen lo mismo! Espero q los mellis q vienen en camino, sean igualnde Unidos y compañeros!!!!
De pequeñitos era así, luego se les va pasando, por lo menos a los míos, la culpa siempre es del otro, y si se chivan de algo, pues mejor…
Jo pues mis trillis de 27 meses no son nada solidarios se chivan y le dicen al q ha hecho algo «ala muy mal! tu castigao».
Los mios se comportaron así hasta que fueron algo mas mayores. Ahora que están a punto de cumplir cuatro años la historia ha cambiado un poco. Supongo que la pelusilla que se tienen hace que se culpen entre ellos, se peleen por el mismo juguete y estén compitiendo permanentemente por ser el primero en todo. Aun así, cuando la regañina viene sin provocarla ellos entonces vuelven a ser un equipo en contra del enemigo. Un saludo.
Eso los une más!!!!
Ja ja ja. Me parto con lo del «defensor incorporado». Es que llevamos unos días que el nene está suuuuuper cabezón y suuuuper trasto y hemos hecho varios intentos de castigarlo. El otro día le dio un arañazo a Martina que le hizo sangre e intentamos mandarlo a la cama inmediatamente. Martina se puso a llorar que no quería que se fuera y decía «papi,que ha sido sin querer, que Darío no quería» (estamos seguros de que no fue así pero bueno…). Con este chantaje emocional, como bien dices, no hay forma de poner orden 😉