En el post anterior os conté cómo combatir el estrés para vosotros mismos y administrar lo mejor posible vuestra energía. Esta semana quiero hablar sobre el estrés infantil, el estrés que sufren los niños.

¿Qué es realmente el estrés?

Es un tipo de excitación que no es agradable ni saludable. Nuestro latido cardiaco se acelera y la tensión sanguínea aumenta. Esto nos prepara para poder huir en caso de peligro y nos pone en un estado de alerta que sirve si tenemos que hablar en público o hacer cualquier actividad difícil.

Por tanto, el estrés no siempre es negativo, ya que nos empuja a superarnos y lo necesitamos. A este tipo de estrés lo llamamos el estrés positivo.

Pero si este estado físico se vuelve crónico o salta a menudo, ya hablamos de un estrés negativo. Y en general cuando hablamos del estrés, nos referimos a este tipo de estrés. Los niños también lo sufren.

¿Por qué sufren los niños estrés?

El propio desarrollo y el crecimiento del niño llevan consigo cierto estrés. No debemos caer en el error de creer que la infancia es un periodo paradisíaco de por sí. ¿Cuáles son en general las fuentes de estrés para los niños?

• Ansiedad por la separación de los padres.

• Miedo a la oscuridad, la soledad, animales, ruidos fuertes, truenos…etc.

• El deseo de ser independiente y la necesidad de depender (hay, a partir del año, una lucha interna entre autonomía y dependencia, lo cual se refleja en pedir los brazos en un momento y rechazarlos en otro).

• Celos entre los hermanos gemelos, la lucha por el amor paterno. Entre los gemelos, mellizos o trillizos esta lucha es mayor por tener la misma edad, es decir, estar en la misma fase madurativa.

• Hacerse con un lugar propio en el núcleo familiar. Cada hijo desea ocupar un sitio especial en el corazón de sus padres. Los gemelos, mellizos o más suelen tener que defender más este lugar y buscar maneras para ser diferente al hermano gemelo (algo en que destacar).

• Aprender a controlar los esfínteres. Hoy en día no pocas veces es una tarea estresante por la entrada temprana en el colegio (muchos centros exigen que los niños ya sepan controlar sus necesidades).

• Cumplir las exigencias del colegio (o guardería): Guardar turno, aprender a obedecer, quedarse sentado, terminar tareas…etc.

• Cumplir las expectativas de los padres.

• Acoplarse a un grupo, en la guardería o en el colegio. Aquí los gemelos pueden partir con ventaja, ya que desde su inicio de vida están acostumbrados a acoplarse el uno al otro. Si además se les permite estar juntos, la adaptación al grupo es más fluida (en caso contrario, la adaptación se dificulta doblemente, ya que implica una doble separación; la de la madre y del hermano gemelo).

• Controlar e inhibir los sentimientos. Esto implica el aprendizaje de saber expresar emociones negativas de un modo controlado. En vez de morder, pegar o empujar deben aprender a hablar, dialogar, adoptar compromisos… etc. Para los múltiples este aprendizaje no es fácil, por tener más peleas y reforzarse mutuamente sus  conductas negativas (se imitan en morder, pegar, etc.). Además, su lenguaje se desarrolla a un ritmo más lento.

Las tres fuentes de estrés infantil

Podemos distinguir tres fuentes de estrés:

• La familia: Si hay tensiones entre los padres o los padres están agobiados y estresados, los niños lo perciben y lo acusan. El estado emocional de los padres se traslada inconscientemente al estado anímico de los hijos. En la primera infancia no saben defenderse ante ello. También puede haber situaciones especiales que conducen al estrés; el paro, problemas económicos, un divorcio, la muerte de un familiar…etc.

• La guardería: Desde pequeño el niño debe acoplarse a un grupo y aprender a convivir con coetáneos. Debe, asimismo, entender que en esta situación reinan normas distintas a las de casa.

• El colegio: Las tareas, las exigencias de la profesora, el estar en un grupo. Al ello no pocas veces se añaden clases extraescolares o el repaso. Queda poco tiempo para jugar y divertirse.

¿Cómo expresan los niños el estrés?

Los niños pueden expresar su estrés de modo muy distinto, según su carácter y nivel de adaptabilidad:

• Llantos y/o rabietas.

• Un sueño intranquilo y/o pesadillas

• Falta de apetito o comer en exceso.

• Irritabilidad (llorar con facilidad, enfadarse a lo mínimo) e inflexibilidad.

• Problemas psicosomáticos, como dolor de cabeza, de tripa, nauseas, asma, alergias, eczemas, palpitaciones…etc.

• Hábitos nerviosos y tics, como enredar el pelo, morderse las uñas, chuparse el dedo, guiñar un ojo y otros.

• Depresión. En este caso el niño apenas juega y da una imagen de estar abatido y apático. En este caso es necesario acudir a un psicólogo infantil.

¿Qué se puede hacer para atenuar el estrés infantil?

Por un lado hay que ser realista y admitir que el estrés forma parte de nuestra forma de vivir. Vivimos a un ritmo acelerado, lo cual ya es una característica del estilo de vida en este siglo.

Por otro lado conviene tener en cuenta que una serie de costumbres contrarrestan este estrés diario y que, por tanto, son positivas para cualquier familia y quizás más para las que tienen gemelos, mellizos y trillizos:

• Empezar el día sin prisas. Levantarse a tiempo para poder desayunar en familia y disfrutar de este momento matutino. Un buen truco es prepararlo todo la noche anterior (la ropa, la mesa, las mochilas, el material para la clase extraescolar…).

• Reservar a diario un momento para estar con los niños. Por ejemplo, después de su día escolar (o de la guardería) ir con ellos al parque o merendar en casa y ver un programa infantil en la tele. O jugar con ellos. Evitar convertir estas últimas horas del día en otra carrera de actividades.

• Rituales familiares, como el cuento antes de dormir, un rato con mamá y papá a solas (cada gemelo necesita su propio espacio de tiempo), un especial desayuno los domingos o todos juntos en la cama la mañana dominical; o una merienda típica los sábados por la tarde, excursiones durante el fin de semana… etc. Cada familia desarrollará sus propios hábitos y esto es lo que les da a los hijos una sensación de unidad y pertenencia.

Vivimos tiempos revueltos y difíciles y no es fácil mantener el estrés fuera de nuestras vidas. Pero lo bueno es que os niños para ser felices necesitan cosas que no son caras ni difíciles, como atención, un paseo, un rato de juegos y diversión.  Su felicidad (y también la nuestra) está en las cosas pequeñas. No lo olvidemos.

Nota de la editora; Si os apetece seguir reflexionando sobre este tema os aconsejo leer el fantástico artículo «El día en que dejé de decir date prisa«, publicado en el Huffington Post.

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